Comenzó a la vuelta de un viaje en Barajas, esperando las maletas. Todo el mundo iba cogiendo la suya y se marchaba, pero la mía no salía. Al otro lado de la cinta, vi a una chica preciosa y voluptuosa. Su maleta tampoco aparecía y nos íbamos comiendo con los ojos. Entonces salió mi maleta y la dejé pasar, para seguir mirándola. Cinco minutos haciéndonos el amor con los ojos. Cuando apareció la suya, la cogió, y mientras yo me lanzaba a por la mía, ella se esfumó. La busqué por todas partes y la encontré en un pasillo. Le pregunté si se tomaría un café conmigo. A la hora y media estábamos en mi casa.
Roberto Álamo, 39 años, Madrid."El Pais Semanal"
No hay comentarios:
Publicar un comentario